Instalación sonora participativa
Arturo Moya Villén, 2019
(English below)
Mi voz es otro es una instalación sonora que interviene la voz de los participantes. El proyecto articula dos ámbitos de trabajo: la intervención del espacio mediante el sonido y la investigación sobre las violencias presentes en el habla desarrollada en el marco de trabajo “Violencias del decir”.
El sonido que interviene el espacio es una onda estacionaria generada electrónicamente, lo que sitúa la obra en la tradición de los trabajos desarrollados previamente por La Monte Young o Michael Asher.
Una sinusoide grave se proyecta en el espacio cerrado de la sala de exhibición, creando una onda estacionaria que sitúa sus vientres y nodos en lugares fijos del espacio. Cuando un participante se coloca sobre los vientres se percibe un aumento del sonido, mientras que los nodos se perciben como una disminución. El sonido crea una cartografía invisible para el ojo, producto del encuentro entre las dimensiones del espacio y la frecuencia del sonido.
Los vientres de onda están señalados con textos que se invita a leer o a cantar. Están dispuestos en espiral, con las vocales alargadas, lo que impide su disponibilidad inmediata y obstaculiza la construcción del espacio de la visión desde el hábito perceptivo de la lectura.
El sonido emitido por los participantes al leer o cantar los textos es modulado por el vientre de onda de la sinusoide, lo que se percibe como un temblor involuntario de la propia voz.
El trastorno de la voz por el que no es posible mantener un sonido estable se llama disfonía espástica y se asemeja al efecto que produce la instalación en la voz de los participantes. Esta fisicidad abre una reflexión que se desplaza fenomenológicamente de lo estético a lo patológico y finalmente a lo ético; la violencia que la instalación ejerce sobre la voz de los participantes, no solo habla de la pérdida de control de la propia voz, sino que también relativiza la intención y la voluntad del mismo habla y cuestiona la posibilidad de un habla singular, erigida fuera de una comunidad de voces.
Los textos que señalan los vientres de onda proceden de las Cartas del Vidente, de Arthur Rimbaud. En ellos se encuentra la afirmación “Yo es otro” que conjuga los ejes del proyecto: violencia y alteridad. Violencia de la palabra hacia dentro, hacia el lenguaje –“yo es otro” es una proposición incorrecta gramaticalmente- y hacia fuera, contra el autor, entendido como constricción sobre lo que puede ser dicho. La alteridad del yo, su descentramiento es lo que permitiría la poesía.
El proyecto se sustenta gracias a la circulación de una violencia estructural que sin embargo se mantiene oculta hasta el momento de su irrupción en el cuerpo. La propia forma de enunciarse pasa a ser cómplice, descubriendo un pliegue recursivo en el que el hablar sobre la violencia no puede dejar de ser violento.
Participar significa someterse al régimen del artista -primera violencia-, obedecer su mandato. El artista habla en voz alta porque está legitimado, porque debe ser irrupción en lo dado, ruptura en un continuum.
Leer en voz alta un texto ajeno es usar la propia voz para decir la voz de otro -segunda violencia-. Aquí se pone en marcha una ventriloquía que cuestiona la posibilidad de una voz propia y recoge la antigua legitimación del poeta que no habla por sí mismo, sino por boca de las musas.
Experimentar la irrupción de la vibración en la propia voz -tercera violencia- significa desplazar al plano perceptivo la posibilidad de sentido del proyecto, lo que permite otras claves de lectura.
Mi voz es otro ha sido presentada en EX5, cinco años de arte electrónico y experimental, en el centro cultural Galileo de Madrid y en las XX Jornadas de Filosofía y Música en la casa de la cultura José Saramago de Albacete.
El proyecto se enmarca dentro de “Violencias del decir”, un marco de trabajo pluridisciplinar desde el que pensar las violencias presentes en el habla. El habla como un movimiento de lenguaje y voz en el que se abandona la seguridad del yo para salir al encuentro del otro; un otro infinitamente extraño con el que el habla nos sitúa en una relación de familiaridad
Fragmentos de las cartas del vidente de Arthur Rimbaud de los que se han extraído los textos:
Cartas del vidente
Versión: Ramón Buenaventura
PRIMERA CARTA:
De Arthur Rimbaud a Georges Izambard
Charleville, [13] mayo 1871
Por el momento, lo que hago es encanallarme todo lo posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras. YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo!
SEGUNDA CARTA :
De Arthur Rimbaud a Paul Demeny
Charleville, 15 mayo 1871
Por lo demás, los nuevos son muy libres de abominar de los antepasados: estamos en casa y no nos falta el tiempo. Nunca se ha entendido bien el romanticismo. ¿Quién iba a entenderlo? ¡Los críticos! ¿A los románticos, que tan bien demuestran que la canción es muy pocas veces la obra, es decir: el pensamiento contado y comprendido por quien lo canta? Porque Yo es otro. Si el cobre se despierta convertido en corneta, la culpa no es en modo alguno suya. Algo me resulta evidente: estoy asistiendo al parto de mi propio pensamiento: lo miro, lo escucho: aventuro un roce con el arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o aparece de un salto en escena.
Si los viejos imbéciles hubieran descubierto del yo algo más que su significado falso, ahora no tendríamos que andar barriendo tantos millones de esqueletos que, desde tiempo infinito, han venido acumulando los productos de sus tuertas inteligencias, ¡proclamándose autores de ellos!
My Voice is Someone Else
Participatory sound installation
Arturo Moya Villén, 2019
The project articulates two areas of work: the intervention of space through sound and a research on the violence present in speech developed in the framework «Violence in Saying».
The sound that intervenes in space is an electronically generated standing wave, which situates the work in the tradition of the works previously developed by La Monte Young or Michael Asher.
“Violence in Saying” is a multidisciplinary framework to think about the violence present in speech. The speech as a movement of language and voice in which the security of the self is abandoned to go out to meet the other; an infinitely strange other with whom speech nevertheless places us in a relationship of familiarity, of contiguity. Sound art, Media Art, robotics, philosophy or speech therapy are some of the disciplines that participate in the project.
The sound of a low sinusoid is projected in the closed space of the exhibition hall, creating a standing wave that places its nodes and antinodes in fixed places in space. When a participant stands on the antinodes, an increase in sound is perceived, while the nodes are perceived as a decrease. Sound creates a cartography invisible to the eye, the product of the encounter between the dimensions of space and the frequency of sound.
The wave antinodes are marked with texts that are invited to read or sing. They are arranged in a spiral, with elongated vowels, which prevents their immediate availability and hinders the construction of the space of vision from the perceptual habit of reading.
The sound emitted by the participants when reading or singing the texts is modulated by the antinode wave of the sinusoid, which is perceived as an involuntary tremor of the voice itself.
The voice disorder in which it is not possible to maintain a stable sound is called spastic dysphonia and resembles the effect of installation on the voice of the participants. This physicality opens a reflection that shifts phenomenologically from the aesthetic to the pathological and finally to the ethical; the violence that the installation causes on the voice of the participants, not only speaks of the loss of control of the voice itself, but also of the relativization of the intention and the will of the speech itself, of the impossibility of a singular speech, erected outside a community of voices.
The texts that indicate the wave antinodes come from the Letters of the Visionary, by Arthur Rimbaud. In them is the statement «I is someone else » that combines the axes of the project: violence and otherness. Violence of the word inwards, towards language – «I is someone else» is a grammatically incorrect proposition – and outwards, against the author, understood as a constraint on what can be said. The alterity of the self, its decentration is what would allow poetry, which also refers to the Foucaultian need to relativize the author to not interrupting the freedom of his own discourse.
The project is sustained thanks to the circulation of a structural violence that remains hidden until the moment of its irruption in the body. The way of enunciating itself becomes an accomplice, discovering a recursive fold in which talking about violence cannot stop being violent.
Participating means submitting to the artist’s regime -first violence-, obeying his mandate. The artist speaks aloud because he is legitimized, because it must be an irruption in what is given, a break in a continuum.
To read aloud someone else’s text is to use your own voice to say the voice of another one -second violence-. A ventriloquism that questions the possibility of a voice of its own and assumes the old legitimation of the poet who does not speak for himself, but through the mouth of the muses.
Experiencing the irruption of the vibration in one’s own voice -third violence- means shifting the possibility of meaning of the project to the perceptual plane, endowing it with a phenomenological dimension that allows other reading keys.
My voice is someone else has been presented at EX5, five years of electronic and experimental art, at the Galileo cultural center in Madrid and at the XX Conference of Philosophy and Music at the José Saramago House of culture in Albacete.